Rafael abandonó su barrio, su ciudad, su país, Honduras, después de perder a su padre por el simple hecho de denunciar a un miembro de una pandilla que le robó su bicicleta. Además recibió amenazas, contra él y su familia, por haber sido testigo de un enfrentamiento entre dos grupos de mareros en su barrio.
Ante las constantes amenazas de las pandillas y para evitar el reclutamiento forzado de sus hijos, Rafael y su familia decidieron dejarlo todo y buscaron protección en México, donde actualmente viven con el estatuto de refugiado. Lee su historia en:
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