Abuela somalí refugiada espera pasar sus últimos días con su familia que creía perdida
Después de décadas de desplazamiento, Fadumo finalmente tuvo la oportunidad de llegar al Reino Unido en compañía de su marido y su hija que había perdido hace mucho.
La abuela somalí Fadumo Nour Zein, de 81 años, espera el reasentamiento de Siria en el centro de tránsito de emergencia del ACNUR en Timisoara, la tercera ciudad más grande de Rumania.
© ACNUR/Ioana Epure
La refugiada somalí Fadumo Nour Zein, de 81 años, se encuentra sentada en una cama de metal en un centro de ACNUR al oeste de Rumania. A su izquierda, está su hija Fatima de 46 años, a quien le está dando golpecitos en la rodilla, y a su derecha está su nieto Ali. Después de años de incertidumbre, está finalmente feliz.
Durante 20 años, Fadumo no sabía si su hija, una de sus dos hijos adultos, estaba viva. El esposo de Fadumo, Ali Mohamed Zein, está registrado en los documentos de ACNUR como una persona de 85 años; pero, en verdad, nadie sabe cuántos años tienen ni él ni su esposa. Se casaron hace tanto tiempo que Fadumo bromea con que ni siquiera se acuerda de su boda.
La pareja se quedó en Mogadiscio, la capital de Somalia, durante 17 años de guerra. Vivieron en su vecindario hasta que la vida ahí pasó a ser insoportable y fue entonces que reservaron un vuelo a Siria en 2008. Nunca sospecharon que la guerra empezaría también en ese lugar tres años después.
"Daba miedo", dice Fadumo con respecto a la guerra en Siria, que empezó en marzo de 2011. "Empezamos a recordar la guerra que habíamos vivido en nuestro hogar", ya que eran desplazados en Siria.
A medida que envejecían y se debilitaban (el esposo de Fadumo ahora está ciego, sordo y muestra efectos secundarios de un derrame), otros refugiados somalíes los cuidaban. Sin embargo, las personas que amablemente los atendían poco a poco se marcharon para empezar nuevas vidas en otros lugares.
Para aumentar la angustia, Fadouma y Ali Mohamed perdieron el contacto con su hija mayor, Fatima, cuando ella se fue de Mogadiscio en 1991.
Incluso para los estándares de los refugiados y migrantes somalíes, dispersos por todo el mundo después del colapso del Gobierno central en 1991, las décadas de guerra subsecuentes y la anarquía, la historia de Fadumo y su hija es extraordinaria por las diferentes separaciones y reuniones que parecen inspiradas en una película de Hollywood.
Las comunidades de exiliados en Siria están llenas de diferentes historias. Fue en este lugar, donde Fadumo se encontró con una conexión extraña que, en 2010, transformó sus lamentos en un reencuentro con su hija perdida. Supo que Fatima se había ido a Alemania y que después había sido una refugiada en Inglaterra; además de que había perdido a su marido por, según Fatima, un error médico durante una operación.
"Lloré de alegría . . . no hay manera de describir cómo me sentía."
Al recordar la llamada telefónica que volvió a unir a estas dos mujeres, la madre dice que "lloró de alegría". Fadumo estaba tan asombrada por saber que su hija seguía viva que "no había manera de describir cómo me sentía".
Fatima voló a Siria para encontrarse con sus padres y quedó impresionada cuando vio a su padre (un señor que recordaba fuerte y que había trabajado como guardia de seguridad para varias embajadas en Mogadiscio) tan deteriorado por su derrame. Actualmente, en el centro de tránsito de emergencia en Timisoara, Fatima y su hijo Ali se turnan para alimentarlo cariñosamente.
Poco después de su reencuentro en 2010, Fatima, quien ya es ciudadana británica, empezó a trabajar para que sus padres fueran admitidos en el Reino Unido bajo un programa de reunión familiar. En tres días sus esfuerzos empezaron a dar frutos. Ali y Fatima gastaron gran parte de su propio dinero para ir a Timisoara y quedarse ahí para poder guiar a sus padres al lugar donde pasarán sus últimos años.
"Estoy feliz porque estaré con mi hija", dice Fadumo, una arrugada y afectuosa señora con una sonrisa relajada y un brillo en los ojos. "No la vi durante todos esos años. Seré feliz estando con mi hija, mi nieto y todos sus hijos", continua, presionando de manera despreocupada a su nieto Ali de 24 años, quien aún no se ha casado y, evidentemente, no tiene ningún hijo.
"Solo quiero tener paz."
Ali, quien es dueño de un negocio de informática, dejó el departamento modesto de su madre en Londres para dejarles espacio a sus abuelos. Fatima, quien se gana la vida como cuidadora, ha modificado el departamento para adaptarlo a las necesidades de su padre discapacitado, y está preparada para usar sus habilidades para cuidarlo a él igual de bien que a sus clientes.
Bien lo dicen Ali y Fatima, estos son pequeños sacrificios que se tienen que hacer por el bien de la reunión familiar después de toda una vida de desplazamientos y de nunca perder la esperanza de un reencuentro.
En el centro de tránsito de emergencia (un lugar seguro donde los refugiados se pueden quedar mientras su caso de reasentamiento se completa), Ruqia*, otra refugiada Siria, cuida a Fadumo y a Ali Mohamed, como ya lo hacía en Siria. "La llamo hija", dice Fadumo con respecto a Ruqia. "Le da seguridad verme aquí", interfiere Ruqia, quien se irá a Bradford, Inglaterra, algunos días más tarde.
Mientras se traslada de un cuarto que sirve como dormitorio para mujeres a otro dormitorio solo para hombres, donde su marido pasa casi todo el tiempo en cama, Fadumo reflexiona sobre los cambios que le traerá irse al Reino Unido; espera además que este sea el último país al que llamará su hogar.
"Solo quiero tener paz", explica. "Fui a Siria y pensaba que ahí habría paz. Sin embargo, empezó la guerra. Espero que la guerra no empiece en Londres".
Por Kitty McKinsey
Gracias a la Voluntaria en Línea María Rojas por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.