Viudas rohingya, preocupadas por el futuro de sus familias

Mujeres solas que son cabeza de familias refugiadas luchan con sus preocupaciones sobre la comida, la vivienda y el bienestar de la próxima generación.

Sufia Khatun, con pañuelo blanco, sentada con su familia: Nur Begum, de 20 años, el hijo de Nur, Mohammad hossen, de tres años y medio, Fatema Khatun, de 12 y Omar Faruq, de ocho, en su albergue de Kutupalong, en Bangladesh.
© ACNUR/Roger Arnold

En una cabaña que tiene un plástico por tejado, cerca de una cloaca a cielo abierto, Sufia Khatun, viuda refugiada rohingya hace todo lo que puede para procurar por la familia que ahora encabeza.


Su esposo, Nur Mohammad, fue asesinado a machetazos cuando fue a indagar sobre el humo y la conmoción que se vivía en su aldea de Myanmar a finales de agosto. Tras huir a Bangladesh, ahora saca adelante a sus cinco hijos, por debajo de los 20 años, y a su nieto.

"El reto principal es la comida . . . Las raciones que recibimos cada mes no son suficientes para cubrir nuestras necesidades y tenemos que tomar prestados 10 kilos de arroz de nuestros vecinos", dice, en cuclillas en el suelo de la cabaña y con su nieto Mohamme Hossen, de tres años, en su regazo.

Más de 687.000 refugiados procedentes de Myanmar han huido a Bangladesh desde agosto. Sufia, de 48 años, es una de las aproximadamente 31.000 mujeres refugiadas que son ahora cabeza de familia, muchas de ellas viudas cuyos esposos fueron asesinados o están desaparecidos en Myanmar.

Se enfrentan a desafíos intimidantes a la hora de comenzar de nuevo en la ciudad que surge, hecha de frágiles albergues de bambú, y que es el mayor emplazamiento de refugiados del mundo en la actualidad.

"Ahora son mujeres, y tengo miedo de enviarlas a buscar leña."

Khatemunnesa, de 40 años y con ocho hijos, vive en una cabaña hecha de bambú y lonas de plástico. Su esposo, Rahmat Ullah, de 50, fue asesinado hace seis meses, cuando una turba prendió fuego a la aldea en que vivían.

Ella está preocupada por la inminente y amenazadora estación de las lluvias y sobre cómo preparará su frágil hogar para el monzón sin Rahmat y su yerno, a quien vio cómo atacaban delante de su casa mientras ella huía para salvar su vida.

"Antes, mi esposo se hubiera ocupado de reforzar la cabaña y ahora, con el monzón aproximándose, lo tengo que hacer yo misma", dice.

Otros refugiados tienen otras preocupaciones. Rehena Begum, de 45 años, dice que necesita leña para cocinar, pero tiene miedo de enviar a sus hijas adolescentes a buscar un combustible cada vez más escaso en los matorrales de alrededor del asentamiento, porque lo considera poco seguro.

"Ahora son mujeres, y tengo miedo de enviarlas [a buscar leña]", dice de sus hijas, de 17 y 18 años. "Ya estaban aterrorizadas por la violencia en Myanmar. Presenciaron humillaciones", dice, refiriéndose a violaciones y agresiones sexuales, "y temo por ellas si salen".

En el vasto asentamiento, que tiene más habitantes que la tercera ciudad más grande de Francia, Lyon, la diferencia entre simplemente sobrevivir y conseguir la estabilidad para reanudar sus vidas está continuamente en la balanza.

Para inclinar la balanza, el Gobierno bengalí, apoyado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, trabaja para facilitar a viudas como Sufia, Khatemunnesa y Rehena ayuda y apoyo, así como para que recuperen la confianza en sí mismas, a menudo destruida juntamente con sus hogares, sus seres queridos y las vidas perdidas en Myanmar.

  • Rehena Begum, de 45 años, fotografiada en un punto de información de la Agencia de la ONU para los Refugiados, en el asentamiento de refugiados de Kutupalong, en Bangladesh.
    Rehena Begum, de 45 años, fotografiada en un punto de información de la Agencia de la ONU para los Refugiados, en el asentamiento de refugiados de Kutupalong, en Bangladesh. © ACNUR/Roger Arnold
  • Khatemunnesa, de 40 años, con su hija en un punto de información de la Agencia de la ONU para los Refugiados, en el asentamiento de refugiados de Kutupalong, en Bangladesh.
    Khatemunnesa, de 40 años, con su hija en un punto de información de la Agencia de la ONU para los Refugiados, en el asentamiento de refugiados de Kutupalong, en Bangladesh. © ACNUR/Roger Arnold
  • Sufia Khatun camina a su albergue en el asentamiento de refugiados de Kutupalong, en Bangladesh.
    Sufia Khatun camina a su albergue en el asentamiento de refugiados de Kutupalong, en Bangladesh. © ACNUR/Roger Arnold
  • Sufia Khatun saca adelante a sus cinco hijos, el mayor de 20 años, y a su nieto.
    Sufia Khatun saca adelante a sus cinco hijos, el mayor de 20 años, y a su nieto. © ACNUR/Roger Arnold

"Es muy importante devolver a las mujeres refugiadas, sobre todo a las viudas y a las madres que están solas la fortaleza que tenían antes para que puedan manejarse y dirigir una familia", dice el oficial de protección adjunto de ACNUR Shirin Aktar.

"Tenemos que empoderarlas, tenemos que facilitarles conocimientos y darles el autoestima y dignidad para seguir con sus vidas, porque no estaremos allí para siempre dándoles apoyo".

Se calcula que aproximadamente un 16% de las familias rohingya refugiadas en Bangladesh tienen como cabeza de familia madres que están solas.

El Gobierno bengalí, ACNUR y otros socios están facilitando una variedad de asistencia que incluye albergues más seguros, asistencia sanitaria, asesoramiento y acceso a espacios acogedores para mujeres y niños. Hay talleres formativos a disposición de las mujeres para ayudarlas a adquirir conocimientos y destrezas y ganar unos ingresos vitales cosiendo, haciendo jabón o pasta de dientes.

"Tenemos que facilitarles conocimientos . . . para seguir con sus vidas."

Para los que tienen dificultades para cargar con los pesados paquetes de ayuda o necesitan ayuda para reubicarse en el campamento, hay refugiados que se ofrecen voluntarios para transportar bolsas y cajas. Los voluntarios también ayudan a las viudas y a otras personas que necesitan ayuda a acondicionar sus albergues con bambú y lonas para resistir el monzón.

Después de que un voluntario dirigiera a Khatemunnesa a un punto de información donde habló con ACNUR y personal del socio en ayuda humanitaria Technical Assistance Inc., ella dice que la informaron sobre los cursos de formación y le gustaría aprender a coser.

Sufia también tuvo oportunidad de hablar con ACNUR sobre sus preocupaciones y la informaron de los cursos de formación para ganarse un sustento. "Me siento mejor después de explicar mi situación", dice. "Una vez puedes ganar dinero trabajando, puedes llevar la vida que quieres", dice.

De vuelta en su albergue, al que ha dado un aire hogareño con un cortina floral y esteras en el suelo, Sufia se sincera sobre las esperanzas que alberga para su nieto, Mohammed Hossen. Quiere que estudie mucho "para que pueda prosperar". Poco a poco, empieza a sonreír.

"Tengo que ser positiva, porque si me permito preocuparme demasiado, la muerte me atrapará", dice. "hay que tener esperanza. Es vital".

Por Tim Gaynor, con información adicional de Mitra Suryono

Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.