Familias refugiadas se unen para abrir un restaurante en Bielorrusia
Un chef sirio y el dueño de un restaurant de Georgia creen que su nueva unión posee todos los ingredientes para el éxito.
El chef Imad, refugiado sirio, con dos de sus hijos en Gómel, Bielorrusia.
© ACNUR/Egor Dubrovsky
El chef Ahmad sabía que era momento de dejar Siria cuando el bombardeo arrasó con su café.
“Quería salvar mi vida y la de mi familia porque sabía que todo era en vano”, dijo Ahmad. “Mi café estaba arruinado, destruido”, dijo con tristeza.
Su hija, Zainab, que ahora tiene 10, recuerda el tiroteo en la calle. “Un día, una bomba alcanzó nuestra escuela y yo no podía caminar, tenía tanto miedo. Mi maestra tuvo que cargarme”.
En 2015, luego de huir hacia El Líbano, Imad, su esposa Safaa y sus cinco hijos fueron reubicados en Gómel, Bielorrusia. El chef, de 41 años, se asoció con una familia de Georgia para abrir un restaurant y espera aportar sus sabores nativos al nuevo vecindario.
Los Kolbayas, Marine, su esposo Tengiz y sus dos hijos, llegaron a Bielorrusia hace 25 años. Marine, que además enseña música, abrió en 2014 el único restaurante georgiano de Gómel.
“No tenía expectativas cuando llegué.”
Desde entonces, el negocio prosperó y espera trabajar junto a Imad en su nuevo emprendimiento, luego de que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, los pusiera en contacto.
Marine, de 56 años, entiende lo difícil que es comenzar de nuevo.
“No me gusta la palabra refugiado”, dice Marine. “No pensé que me afectaría, pero me afectó. Fue tan difícil. No teníamos nada”. Asiente con la cabeza y suspira.
“No tenía expectativas cuando llegamos”, dice Imad. “Solo pensaba en el futuro de los niños. Quería que fueran al colegio. Cuando el avión aterrizó, vimos nieve por primera vez. Y vimos bosques, ¡todo era tan verde!”.
A pesar de las dificultades, la familia de Ahmad se instaló en Gómel. Imad y Safaa están aprendiendo ruso gracias a las clases de idiomas de ACNUR y sus hijos ya hablan ruso bastante fluido y tienen varios amigos en el colegio.
“Cuando uno se abre, la gente se abre con uno”.
Jean-Yves Bouchardy, el representante de ACNUR en Bielorrusia, afirma que poder ganarse la vida es esencial para recuperar la seguridad y es por esto que, ACNUR, brinda su apoyo al emprendimiento. “Creemos que los negocios manejados por refugiados ayudarán a las familias a reconstruir sus vidas y a lograr su autosuficiencia mientras benefician a la comunidad de acogida”, agregó Bouchardy.
Mientras se aproxima la apertura del restaurante, los Ahmad están felices con la oportunidad de poder contribuir y hacer algo útil. Imad está emocionado por aportar su especialidad, el falafel, luego de haber mejorado sus habilidades en restaurantes de cinco estrellas en Líbano.
“Era mi plato principal”, dice mientras muestra fotos de su café en Siria donde lo servía. “Los ingredientes deben ser frescos y el aceite también -hay que cuidarlo así no se quema. Y las especias también deben ser naturales”.
Marine dice que solo comió comida siria una vez cuando Imad le cocinó y afirmó que era muy sabrosa.
Imad y Marine creen que su unión demuestra que es verdad que cuando los seres humanos se unen, son mejores.
“Cuando uno se abre, la gente se abre con uno”, dice Marine. “No importa si uno es cristiano, musulmán, hindú, somos todos seres humanos, todos estamos hechos de la misma materia. No necesitamos fronteras, solo respeto”.
Gracias a la Voluntaria en Línea Bettina Gadea Lara por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.