APATRIDIA EN EL MUNDO

Al menos 10 millones de personas en el mundo actualmente son apátridas. Se les dice que no pertenecen a ningún lugar, se les niega una nacionalidad y, al carecer de ella, se les niegan sus derechos básicos.

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Mientras la mayoría de la población de etnia Roma de Europa posee una nacionalidad, la familia Zahirovic continúa siendo apátrida. Ellos viven en un cuarto hacinado y endeble, sin agua corriente, electricidad o servicios sanitarios en Vrtni Put, Croacia. El único ingreso de la familia proviene de la recolección de restos metálicos. ACNUR / Nevenka Lukin

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A pesar de que el juicio de la Corte Constitucional en 2008 confirmó la ciudadanía bangladesí a los hablantes de Urdu, una larga historia de apatridia y exclusión llevaron a que sea una madrassa (escuela islámica) el único lugar donde muchos de los niños del campamento Ginebra de Mohammadpur en Dhaka, tengan acceso a la educación. ACNUR / Syed Latif Hossain

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Un hombre apátrida recoge cacao en un pequeño sembradío cerca de Bouafle, en Costa de Marfil. Se estima que la mayoría de las 700,000 personas en el país de África Occidental son apátridas, descendientes de inmigrantes extranjeros que llegaron a trabajar en los plantíos de cacao del país muchas décadas atrás. Las reformas legislativas de 2013 significaron que muchas personas finalmente tuvieran la oportunidad de adquirir una nacionalidad. ACNUR/ Greg Constantine

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Una persona de etnía coreana que se mudó a Ucrania en 1993 y vivió con una mujer local por más de una década sin poder registrar oficialmente su unión. ACNUR / Greg Constantine

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Un niño Galjeel juega en una escuela abandonada en el norte de Kenia. Los Galjeel, suman entre 3,500 y 4,000 personas, son un sub clan descendiente de los somalíes que han vivido en Kenia desde finales de la década de 1930. La mayoría de los niños Galjeel apátridas en el norte de Kenia no pueden asistir a clases. Pero aquellos que lo logran, deben caminar muchas millas y son sujetos de acoso por parte de otros grupos étnicos. ACNUR / Greg Constantine

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Valentina, con sus nietos en Riga, Letonia, es la única apátrida de su familia. Ella y su esposo se mudaron desde Bielorrusia a Letonia en 1983, cuando ambos países eran parte de la Unión Soviética. Ellos tuvieron cuatro hijos, todos son ciudadanos de Letonia. Valentina votó por la independencia en 1991, pero no ha tomado el examen de lengua letón que le permitiría obtener la nacionalidad. Ella teme no aprobar el examen. “Soy una ciudadana de ninguna parte. Cuando viajo con mi familia, los oficiales migratorios miran mi pasaporte sin nacionalidad como si fuera una pieza de museo”, dijo Valentina. ACNUR / Lionel Charrier

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Niños en Telipok, Sabah, en Malasia. Muchos hijos de migrantes no pueden establecer su nacionalidad. Algunos no tienen documentación alguna y no tienen acceso a la educación. ACNUR / Greg Constantine

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Esta madre apátrida llegó a Kirguistán de Tayikistán. Sus hijos también son apátridas por consecuencia. Sin papeles que les reconozcan una nacionalidad, ella no puede recibir la asistencia social que tanto necesita. ACNUR / Alimzhan Zhorobaev

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Nusret, de 49 años, es una persona apátrida viviendo en Montenegro. “Siento como si estuviera en cuarentena”, dice. “Puedo moverme libremente en el pueblo donde la gente me conoce, pero no puedo ir a alguna otra parte sin documentos. No puedo visitar a mi madre que está en enferma en Kosovo”. ACNUR / Nevenka Lukin

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Mohamed, de 17 años, se sienta frente a su casa en el poblado de Saria, Costa de Marfil. Nació en Ouagadougou, en Burkina Faso, de padres burkineses. Ellos murieron cuando él era joven y Mohamed vino a Costa de Marfil con su tío. Su nacimiento nunca fue registrado en Burkina Faso y no tiene documentos para probar la nacionalidad de sus padres. Mohamed se ha resignado a nunca salir de Saria. “Cuando he intentado viajar a los poblados vecinos para vender mi cosecha, la policía o los militares me han detenido y obligado a pagar 10,000 francos de África Occidental (US$20), que es la mitad de mis ganancias anuales”, reveló. ACNUR / Helene Caux

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Malak (de 4 años) es kurdo Faili, cuya familia huyó de Iraq hacia Irán en 1980 luego que el régimen de Saddam Hussein despojó a toda la comunidad kurda Faili de la ciudadanía iraquí, dejándolos apátridas. Desde 2003, tras la caída del régimen de Saddam Hussein, las reformas implementadas le han permitido a los kurdos Faili adquirir la ciudadanía iraquí. ACNUR / Greg Constantine