Los niños de Luhansk comienzan el nuevo año escolar esperando la paz
VELYKA VERHUNKA, Ucrania, 25 de septiembre de 2017 (ACNUR) - Lera Holovko, de siete años, sonreía de oreja a oreja al entrar en la escuela el 1 de septiembre, sosteniendo un ramo de rosas rojas y lista para comenzar la primera clase de su vida.
Lera sonreía a pesar de haberse levantado temprano para tomar un autobús abarrotado de gente hasta una escuela en Velyka Verhunka, un barrio de Luhansk, porque la escuela de su pueblo de Krasny Yar fue destruida por bombardeos en 2014.
El conflicto en Ucrania ha costado más de 10.000 vidas y ha dañado al menos 700 escuelas, incluyendo las 55 escuelas dañadas desde principios de 2017. Los frecuentes intercambios de disparos en zonas cercanas a la línea de contacto continúan dañando la infraestructura civil y la seguridad sigue siendo una preocupación importante para casi 800.000 personas que viven en las regiones de Donetsk y Luhansk, al este del país.
“Veo algunas dudas en sus ojos. Veo que están preocupados”.
En su primer día en la recién reconstruida escuela, Lera llevaba con orgullo un gran lazo blanco en la cabeza - una tradición local común - y una mochila azul de UNICEF en la espalda con el material escolar esencial, entregado por ACNUR.
La maestra Antonina Strelets entregó a los alumnos de primer curso hojas de papel con bocetos de palomas blancas dibujados sobre ellos.
“Niños, ¿qué es lo más importante en la vida?”, preguntó a su clase cuando comenzaron a colorear los bocetos. “La paz”, contestaron al unísono. Alguien añadió: “y el amor”.
Strelets, de 53 años, dijo que era difícil para ella estar en la gran apertura del año escolar porque le traía recuerdos del verano de 2014, cuando su madre fue asesinada por los proyectiles que cayeron en su casa.
Ahora la profesora se da cuenta de que los alumnos a menudo tienen una mirada triste. “Veo que están ansiosos y tensos”, dijo. “Veo algunas dudas en sus ojos. Veo que están preocupados: captan estas preocupaciones de sus padres”.
Ella también ha visto cómo el conflicto ha hecho que muchas familias sean significativamente más pobres, con los niños a menudo experimentando una escasez de alimentos y artículos básicos como ropa, libros y juguetes. Muchos también echan de menos a sus padres que han tenido que viajar para ganarse la vida.
La madre de Lera es discapacitada desde la infancia y la familia vive muy modestamente, sin un padre. Sobreviven gracias a su abuela que ha trabajado como conserje en Moscú durante los últimos 15 años y gana alrededor de 245 dólares al mes.
Con poco dinero para preparar a Lera y a su hermana de 13 años, Dasha, para la escuela, la familia se mostró encantada cuando Oleksandr Bakshy, el asociado de albergue de ACNUR en Luhansk, les trajo una caja de productos de higiene personal donada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) el día antes del comienzo de la escuela.
“Corrí a la escuela y vi a nuestra portera llorando en la entrada”.
Bakshy también prometió que su equipo instalaría una nueva puerta en su casa después de que la anterior fuera destruida por los proyectiles.
Desde que abrió su oficina en Luhansk en otoño de 2015, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, se ha convertido en un importante proveedor de asistencia de la ONU en esta área. Su personal ha entregado materiales de reparación de viviendas a más de 1.500 familias, rehabilitado 88 casas y, solo en 2017, ha ayudado a reparar 89 escuelas.
La escuela de Lera en Velyka Verhunka es una de ellas. En agosto de 2014, una bomba de mortero cayó en el patio de recreo, rompiendo ventanas y causando un incendio.
“Corrí a la escuela y vi a nuestra portera llorando en la entrada, diciendo: 'Nuestra escuela está ardiendo'”, dijo la directora de la escuela, Olga Sergeyeva. Dijo que 13 civiles habían muerto en la ciudad, pero afortunadamente todos los niños sobrevivieron.
“Siempre hay ruido en nuestra escuela, así no oímos los ruidos de los bombardeos”.
Ahora el agujero que causó el proyectil está cubierto con hierba, pero las paredes de la escuela y las barras de gimnasia de hierro todavía están perforadas por la metralla. Un oso, un conejo y un gato de colores hechos de neumáticos viejos de coche levantan el ánimo en el patio y distraen a los niños del conflicto. Nunca está lejos - los niños saben que una plantación forestal detrás de su patio de recreo es una zona minada y se les dice que nunca se acerquen al río Siversky Donets, que ahora es la primera línea del frente. La presencia de artefactos explosivos sin detonar alrededor de las áreas civiles amenaza a las poblaciones locales, y afecta a los medios de vida.
El director Sergeyeva, de 57 años, que ha trabajado en la escuela desde principios de los años 80, dijo que a menudo los niños tienen miedo de los truenos y que no les gustan los fuegos artificiales. Pero los profesores tratan de involucrarlos en varias actividades para ayudarles a olvidarse del conflicto en activo.
“Es bueno que siempre haya ruido en nuestra escuela, así no oímos los ruidos de los bombardeos desde aquí”, dijo Sergeyeva.
Con el conflicto en Ucrania en su cuarto año, ACNUR continúa pidiendo a todas las partes involucradas que garanticen la protección de civiles y áreas civiles de las consecuencias de los combates y los bombardeos.
Por Oksana Grytsenko y Anastasia Vlasova
Gracias a la Voluntaria en Línea Soraya Cuesta por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.