Olvidados: la educación de los refugiados en crisis

Lydiella Hakizimana, de 13 años, es una refugiada de Burundi que asiste a clases en el campamento de refugiados Mahama, Ruanda. © ACNUR/Anthony Karumba

Este informe cuenta las historias de algunos de los 6,4 millones de niños, niñas y adolescentes refugiados, bajo el mandato del ACNUR, en edades de escuela primaria o secundaria, de entre los 5 y los 17 años. Además, mira las aspiraciones educativas de jóvenes refugiados que anhelan continuar con su educación más allá de la escuela secundaria, y examina las condiciones bajo las cuales quienes se encargan de la educación de los refugiados llevan a cabo su labor.

Los datos educativos sobre la matrícula de refugiados y las cifras de población son tomados de la base de datos de población del ACNUR, herramientas informativas y encuestas y consultas sobre educación realizadas en 2016. El informe también hace referencia a datos globales de matrícula del Instituto de Estadísticas de la UNESCO, referentes a 2015. 

Introducción

Por Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados

La creciente crisis de refugiados no se trata únicamente de cifras. También se trata de tiempo. El hecho de que actualmente haya 17,2 millones de refugiados bajo el mandato del ACNUR, siendo la mitad de ellos menores de 18, resulta desalentador. 

El hecho de que para finales de 2016, 11,6 millones de refugiados estaban viviendo en situaciones prolongadas puede no resultar tan impactante, pero no por esto es menos preocupante. De este número, 4,1 millones han estado en el exilio por 20 años o más. Para millones de personas jóvenes, estos son los años que deberían pasar estudiando, aprendiendo no solo a leer, escribir y contar, sino a investigar, evaluar, debatir y calcular, cuidar de sí mismos y de los demás, a mantenerse por sí mismos. Sin embargo, estos millones de niños, niñas y jóvenes están viendo cómo su precioso tiempo es robado.

El caso de la educación es claro. La educación da a los niños, adolescentes y jóvenes refugiados un lugar de seguridad en medio del tumulto del desplazamiento. Constituye una inversión en el futuro, creando y nutriendo a científicos, filósofos, arquitectos, poetas, maestros, trabajadores de salud y servidores públicos que reconstruirán y revitalizarán sus países una vez que se establezca la paz y puedan regresar. La educación de estos jóvenes refugiados es crucial para el desarrollo pacífico y sostenible de los lugares que los han acogido y para la prosperidad futura de sus propios países de origen.

Sin embargo, como revela este informe, en comparación con otros niños y jóvenes de todo el mundo, la brecha de oportunidades para los 6,4 millones de refugiados en edad escolar bajo el mandato del ACNUR está creciendo cada vez más.

A medida que los niños refugiados crecen, sus oportunidades disminuyen

Khadija, de 12 años, es refugiada sudanesa en el campamento de refugiados Doro, Maban, Sudán del Sur. © ACNUR/ Eujin Byun

“Yo no sabía leer, y mis padres no podían enseñarme porque son analfabetos. Ahora yo puedo enseñarle a mis padres y a mis hermanas y hermanos menores. Mis padres están muy orgullosos, estoy muy feliz de poder leer. Ahora finalmente puedo soñar con mi futuro”. 

Khadija, refugiada sudanesa 

 

A nivel mundial, el 91% de los niños asisten a la escuela primaria. En el caso de los refugiados, la cifra es mucho menor, con sólo el 61%, y menos de 50% en los países de ingresos bajos. Aun así, hay progreso que informar. La proporción de refugiados en la escuela primaria en 2016 aumentó considerablemente respecto del año anterior (del 50%), en parte gracias a las medidas adoptadas por los vecinos de Siria de matricular más niños refugiados en la escuela y otros programas educativos, así como el aumento de la matrícula en los países europeos y la mejora en las condiciones para ampliar su capacidad.

Sin embargo, a medida que los niños refugiados crecen, los obstáculos aumentan: sólo el 23% de los adolescentes refugiados están matriculados en la escuela secundaria, en comparación con el 84% en todo el mundo. En los países de bajos ingresos, que albergan el 28% de los refugiados del mundo, el número de niños en la enseñanza secundaria es alarmantemente bajo, con apenas un 9%.

En cuanto a la educación terciaria -el crisol en el que se forjan los líderes de mañana- el panorama es igualmente sombrío. En todo el mundo, la matricula en educación terciaria se sitúa en el 36 por ciento, un aumento de 2 puntos porcentuales con respecto al año anterior. Para los refugiados, a pesar de las grandes mejoras en el número total gracias a la inversión en becas y otros programas, el porcentaje sigue estancado en el 1 por ciento.

Hace un año, políticos, diplomáticos, funcionarios y activistas de todo el mundo se reunieron para forjar un camino para abordar la difícil situación de los refugiados del mundo. El resultado fue la Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes, firmada por 193 países, que enfatizó la educación como un elemento crítico de la respuesta internacional. Además, la ambición del Objetivo 4 del Desarrollo Sostenible -una de las 17 metas mundiales encaminadas a poner fin a la pobreza, proteger el planeta y promover la prosperidad para todos- es lograr una educación inclusiva y de calidad para todos y promover el aprendizaje a lo largo de toda la vida.

A pesar del abrumador apoyo que recibió la Declaración de Nueva York y el Objetivo 4, los refugiados siguen estando en peligro real de quedar rezagados en cuanto a su educación. En este informe, en ACNUR instamos a la comunidad internacional a que combine sus palabras con la acción.

Declaramos que la educación debe ser parte integral de la respuesta de emergencia a una crisis de refugiados. Puede proporcionar un ambiente protector y estable para un joven cuando todo a su alrededor parece haber caído en caos. La educación da habilidades que salvan vidas, promueve la resiliencia y la autosuficiencia y ayuda a satisfacer las necesidades psicológicas y sociales de los niños afectados por el conflicto. La educación no es un lujo, es una necesidad básica.

Al mismo tiempo, la educación es un servicio social que requiere una planificación e inversión a largo plazo. La educación de un niño no debe ser restringida en el momento en que surge una nueva emergencia en otra parte y la respuesta de emergencia continúa. El ACNUR pide una inversión sostenida y previsible, y un enfoque holístico para apoyar los sistemas educativos en los países de acogida de refugiados. Esto necesita beneficiar tanto a los refugiados como a sus comunidades de acogida, la mayoría de las cuales están ubicados en países de ingresos bajos y medianos que luchan con infraestructura inadecuada y escasez de capacidad.

Para cuadrar este círculo de respuesta de emergencia y necesidad a largo plazo, debemos asegurar que los niños y jóvenes refugiados sean incluidos en los sistemas educativos nacionales. Los refugiados, como todos los jóvenes del mundo, merecen una educación de valor: seguir un currículo acreditado y tomar exámenes que lleven a la siguiente fase de su escolarización. El ACNUR ha aprendido de décadas en el terreno que los sistemas paralelos son sustitutos pobres, y que de hecho resultan contraproducentes, dando como resultado un aprendizaje no acreditado que impide que los niños progresen. Algunos países han adoptado este principio de inclusión de refugiados a pesar de sus limitados recursos; otros todavía no lo han hecho, tal vez porque necesitan más apoyo. Este es un esfuerzo compartido con responsabilidad compartida.

Por último, no debemos olvidar a los que asumen el liderazgo en las aulas, a menudo superpobladas y con pocos recursos. Tal vez tenía un maestro que realmente hizo una diferencia en sus días de escuela, incluso en su vida. Tal vez abrió sus ojos a algo por primera vez, o dijo una palabra de aliento en el momento adecuado, o pronunció algunas verdades ásperas cuando eran más necesarias. Los maestros que aparecen en este informe caminan día tras día hacia las aulas más difíciles del mundo para ayudar a los refugiados a construir su propio futuro. Los maestros merecen nuestro apoyo incondicional, merecen pago adecuado, los materiales adecuados en cantidades suficientes y la asistencia de expertos.

Si observa, lee y escucha las historias personales en este informe, no quedará ninguna duda sobre el deseo de los refugiados de aprender y así determinar su propio futuro. También verá cómo los obstáculos a una educación se acumulan a medida que un niño crece y trata de conservar un lugar en el aula. La brecha entre los refugiados y sus pares no refugiados es enorme, y se está haciendo cada vez mayor.

La educación de los refugiados es una responsabilidad compartida. Comprometerse a su inversión y apoyo cosechará abundantes recompensas. El año pasado, con la Declaración de Nueva York, no menos de 193 países hicieron una promesa a los refugiados del mundo. Ahora es el momento de cumplir esas promesas.