La ganadora del Premio Nansen para los Refugiados 2015 que entrega el ACNUR, es Aqeela Asifi, escogida por sus infatigables esfuerzos para ayudar a las niñas refugiadas a tener acceso a la educación.
Asifi es una profesora refugiada afgana que vive en Paquistán. En 1992 escapó de Kabul, Afganistán, con su marido y dos hijos pequeños durante el sitio de los muyahidín. Tenía sólo 26 años cuando llegó a la sofocante y remota Kot Chandana, una aldea de refugiados en Mianwali, en la provincia de Punjab en el sureste de Paquistán. A comienzos de 1990 ella fue una de los más de tres millones de exiliados afganos que llegaron al país. Kot Chandana fue en ese momento el hogar de cerca de 180.000 personas.
En esa época, ella jamás imaginó que pasaría tantos años de su vida como refugiada. Se enfocó en sobrevivir el día a día y en mantener la dignidad e independencia de su familia. De profesión educadora, quedó consternada a su llegada ante la inexistencia de escuelas en la aldea de refugiados y la ausencia total de oportunidades de educación para las niñas. Sentía que quería ayudar a las chicas a aprender, pero viviendo como refugiada en una comunidad conservadora, se dio cuenta que no había una solución fácil. Ella también enfrentaba desafíos propios, con una creciente familia a la que cuidar y sin medios económicos para mantenerla. Pero estaba decidida a educar a las niñas refugiadas de Kot Chandana.
Al principio, cuenta que la comunidad no sabía cómo llamarla. No había una palabra para definir a una profesora mujer. Cuando logró tener el respaldo de los ancianos de la aldea, Asifi fue valientemente puerta por puerta convenciendo a los reticentes padres para que le permitieran a ella educar a sus hijas. Comenzó con tan sólo 20 niños en el cuarto trasero de la tienda de campaña de su cuñado. Ella perseveró y con el tiempo recibió permiso para equipar una tienda de campaña destinada formalmente como escuela para niñas.
Luego de obtener una tienda de campaña prestada, Asifi planificó cuidadosamente sus clases para reflejar las tradiciones culturales afganas, además de las clases de alfabetización y de economía doméstica. Quería dotar a sus alumnas con competencias prácticas esenciales para ayudarlas a prosperar mientras vivieran en los limitados confines de su asentamiento de refugiados. Con incluso los más básicos implementos escolares fuera de su alcance, todas las noches Asifi escribía a mano las hojas con ejercicios para que sus alumnas trabajaran. Al mismo tiempo, su esposo enfrentaba problemas para mantener a su familia ante la falta de trabajo.