Testimonios: Bahá

Con “Rosa de Palestina” un refugiado es comerciante en Mogi das Cruzes

© ACNUR
El refugiado palestino Bahá Ghazi en su tienda de decoración, en el Estado de São Paulo, abierta gracias a pequeños créditos de instituciones financieras y del Programa de Reasentamiento Solidario.

MOGI DAS CRUZES, Brasil, 26 de noviembre (ACNUR) – En 2003, preocupado por la evolución de la guerra en Iraq y la persecución a las comunidades palestinas del país, Bahá Ghazi tomó la decisión de abandonar su país y buscar protección en un lugar más seguro. Jordania aceptó su protección y fue albergado en el campo de Ruwesheid, próximo a la frontera con Iraq.

También forzado a huir, su padre fue a otro campo situado en la frontera de Jordania con Iraq. Como resultado de una operación coordinada por las Naciones Unidas, que unificó a los refugiados palestinos de estos dos campos, Bahá y parte de su familia se reencontraron en Ruwesheid, donde vivieron durante cuatro años.

“Cuando estaba en el campo, pedía siempre al ACNUR mi salida del mismo para ir a otro país. Quería sentirme vivo”, afirma Bahá, que llegó a Brasil a finales de 2007, como parte del grupo de 108 refugiados palestinos ayudados por el Programa de Reasentamiento Solidario. 

“Vivir en un campo es una experiencia horrible. Vivimos durante varios años en tiendas improvisadas, en un lugar cerrado controlado por la policía, con frío, calor y polvo. Cosas tan simples como ir al aseo o tomar un baño, se convertían en una difícil tarea. Aquello no era vida”, recuerda el iraquí de origen palestino.

Sin embargo, cuando dejó la Jordania, Bahá era consciente de que tendría que afrontar diversas dificultades para recomenzar su vida en Brasil, pues conocía los problemas sociales y económicos del país. “Había visto muchos reportajes sobre Brasil en la televisión. Por un lado, sabía que se trataba de un país desarrollado que había superado sus crisis, pero también sabía que aquí no se tenía experiencia con refugiados palestinos y que sería difícil conseguir un buen trabajo”, dice.

Hijo de padres palestinos, Bahá poseía y dirigía una fábrica de dulces árabes en Bagdad. Desde que era un niño, ayudaba a su hermano mayor, que también trabajaba en el mismo ámbito. Es por ello que conservaba la idea de abrir su propio negocio en Brasil. No obstante, tendría que enfrentarse a varios desafíos antes de inaugurar su actual tienda de artículos de decoración en Mogi das Cruzes, ciudad del interior de São Paulo donde vive.

Así como los demás refugiados palestinos ayudados por el Programa de Reasentamiento Solidario del gobierno brasileño, se alojó a Bahá en una casa amueblada y con electrodomésticos en cuanto llegó al país. Además, comenzó a recibir una beca financiera de subsistencia mensual y a asistir a clases gratuitas de portugués, entre otros servicios ofrecidos por el paquete de ayuda previsto por el ACNUR.

Tres meses después de establecerse en Mogi das Cruzes, Bahá intentó abrir una tienda de dulces árabes en la ciudad vecina de Santo Amaro. Sin embargo, la iniciativa no prosperó y volvió a Mogi, donde abrió una tienda de artículos populares en el centro de la ciudad. Con un margen de lucro muy pequeño, tampoco consiguió mantener este nuevo proyecto.

Abatido, permaneció parado en casa sin trabajar durante más de un año. Sin embargo, tratándose de un luchador nato que reconoce la importancia del trabajo como una herramienta de integración económica y cultural, decidió enfrentarse a la situación y abrió, hace 18 meses, una nueva tienda: esta vez, de objetos de decoración. El nombre del proyecto no deja lugar a dudas en lo que se refiere a las raíces del propietario: “Rosa de Palestina”.

“Siempre es bueno trabajar. Si no tuviese la tienda, hablaría mucho menos portugués. Para atender a los clientes, necesito practicar el idioma y aprender los nombres de los objetos que vendo. El trabajo también me ayudó a hacer contactos y nuevas amistades. Además, mediante la actividad comercial se aprende mucho sobre el funcionamiento de una sociedad”, reconoce el comerciante, que contó con préstamos de pequeño valor obtenidos a través de instituciones de microcrédito del país y del propio Programa de Reasentamiento Solidario.

A pesar de la relativa facilidad para abrir el negocio, conservarlo está siendo una experiencia desafiante. “Sufro bastante para conquistar a la clientela. El poder adquisitivo de los habitantes no es alto, y la mayoría de las personas que entra en la tienda sólo mira y no compra nada. Es frustrante”, analiza Bahá. Aun así, ha conseguido realizar algunas ventas y mantener el negocio en funcionamiento. El equipo del Centro de Defensa de los Derechos Humanos (CDDH) de Guarulhos, organización social del Programa de Reasentamiento Solidario, acompaña el proceso de integración local de Bahá.

Aunque inseguro acerca del futuro de su proyecto comercial, Bahá resalta el optimismo de los brasileños, “quienes dicen siempre que la vida va a mejorar”. Para él, la cotidianidad de un comerciante es dura. “No tengo vacaciones desde hace tres años. No obstante, tuve la suerte de conseguir una tienda, cosa que es imposible para muchos brasileños. Si no tuviera esta tienda, ¿qué otra cosa tendría? Hay que intentar y ser valiente en esta vida”, enseña el refugiado.

Janaina Galvão, en Mogi das Cruzes, São Paulo, Brasil