Sobrevivientes cuentan historias de secuestros y tortura en la ruta hacia Europa
BARCO DE LA GUARDIA COSTERA ITALIANA, Mar Mediterráneo, 27 de septiembre de 2017 (ACNUR) – Mamoudou Oba de Guniea, quien fue rescatado después de estar días a la deriva en una barca, ha advertido a otras personas que intentan huir de la pobreza y el conflicto en África Subsahariana sobre los peligros de las rutas terrestre y marítima hacia Europa.
“No podría recomendarle a nadie que entre a Libia. Morirán por nada”, dijo a los rescatistas.
Sentado en el barco de patrulla de la Guardia Costera italiana Dattilo, a casi 50 millas de la costa del Norte de África poco después de ser rescatado, él además contó que fue secuestrado, estuvo sin comida y fue golpeado por tres semanas antes de salir de Libia.
“Un día, un día, un día ellos te matarán”.
Casi 100.000 refugiados y migrantes como Mamoudou han cruzado el Mar Mediterráneo hacia Italia en lo que va del año, de acuerdo con informes de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Sentado en medio de un grupo de 99 personas rescatadas por el Dattilo, él dice que las personas son compradas y vendidas por montos tan bajos como $ 300. “Si te quedas, ellos vendrán todos los días para hacerte cosas malas. Un día, un día, un día ellos te matarán”.
ACNUR estima que más de 1,3 millones de personas están en gran necesidad de asistencia humanitaria en Libia. Está haciendo un llamado para acabar con la detención de migrantes, refugiados y otras personas vulnerables allí, y eliminar la restricción al acceso humanitario dentro del país para asegurar que se les brinde la protección internacional.
El testimonio de abuso dado por Mamoudou es confirmado por Lucia Guidolin, una médico voluntaria con la Guardia Costera italiana. Ella dice que muchos refugiados y migrantes que ella ha examinado después de ser rescatados del Mar Mediterráneo, han sufrido severos abusos físicos y psicológicos.
Guidolin encontró un caso en medio de los pasajeros de Dattilo. Abdullah Touré le contó que fue secuestrado y torturado durante meses por miembros de una pandilla callejera.
“Nos amenazaban para que les diéramos dinero. Si no, nos matarían. Tomaban una pistola y disparaban justo al lado de las orejas. ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! Ahora no puedo escuchar. Así estoy aquí”.
Por Vania Turner y Béla Szandelszky