Repatriación voluntaria

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Retornar al hogar

La mayoría de las personas desarraigadas regresan a sus hogares tan pronto como las circunstancias lo permiten. Generalmente, esto sucede cuando un conflicto ha terminado, cuando se ha restaurado el nivel de estabilidad y se ha reconstruido la infraestructura básica.

El retorno de los refugiados debe ser voluntario – sin ningún tipo de coerción física, psicológica o material que los obligue a repatriarse. De igual forma, el retorno debe darse en condiciones de seguridad y dignidad. Cada individuo – incluso cada miembro de la familia – debe tener la oportunidad de elegir si retorna o no.

Se debe siempre proporcionar a las personas desarraigadas información precisa sobre la situación prevaleciente en su país con el fin de que puedan tomar una decisión fundamentada y determinar si desean regresar y cuándo quieren hacerlo. Esta información se debe proporcionar con el fin de facilitar a los refugiados la toma de dicha decisión.

En el contexto de una operación de retorno, se deben considerar y tratar cuidadosamente las necesidades específicas e individuales de las personas, incluyendo aquellas de los niños separados o no acompañados, las personas con discapacidades, los padres solteros o los sobrevivientes de tortura.

Con el fin de asegurar que las personas desarraigadas puedan regresar a su país de origen y vivir en condiciones de seguridad y dignidad, el ACNUR supervisa, en la medida de lo posible, los procesos de retorno y reintegración. La vigilancia o monitoreo del retorno es una actividad crucial que ayuda a garantizar la sostenibilidad del retorno a largo plazo.

El ACNUR, sus socios y las agencias de desarrollo cooperan con los países para garantizar que los retornados tengan acceso, en igualdad de condiciones, a los recursos necesarios entre los que se incluyen la alimentación, la tierra, la vivienda, los servicios de educación, salud, agua potable y sanidad. Además, se espera que con el transcurso del tiempo los retornados lleguen a alcanzar la autosuficiencia. Esto fomenta la estabilidad económica, cultural y social, además de reducir el riesgo de que surjan nuevos conflictos.