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Niño yazidí liberado se reúne con su madre en Canadá

Tras ser retenido como prisionero durante tres años por grupos armados en Irak, Emad, de 13 años, se reúne con su madre en Winnipeg con la ayuda de ACNUR.

DOHUK, Kurdistán Iraquí, 17 de agosto de 2017 (ACNUR) - Emad fue secuestrado hace tres años, cuando grupos armados atacaron la ciudad de Sinjar, situada a 100 kilómetros al oeste de Mosul, la segunda ciudad de Irak, y atacaron a la minoría yazidí de la zona.

Estuvo prisionero y separado de su familia, que no sabía que seguía con vida. En Julio, cuando se libró la batalla para recuperar Mosul, Emad fue encontrado entre los escombros del casco antiguo de la ciudad.

Estaba cubierto de polvo, y su pequeño y demacrado cuerpo estaba destrozado por las heridas de metralla, balas y bombas. Durante los dos meses previos a que lo encontrasen, Emad sobrevivía a base de migajas y restos de comida, mientras las fuerzas iraquíes avanzaban hasta el casco antiguo al oeste de Mosul.

El joven trataba de beber algo de agua cerca de uno de los puentes que cruzan el río Tigris y que divide la ciudad, cuando fue herido por una bala. Esto es lo último que recuerda y la culminación de su aterradora experiencia.

“Emad ha sufrido muchísimo... pero, gracias a Dios, está bien”.

Posteriormente, fue llevado junto a su tío Hadi Tammo, de 31 años, en esta ciudad al noreste de Irak. “Aunque está herido, estamos muy felices”, dice Tammo.

Un mes después de su huida, las heridas de Emad están vendadas y se ha cortado el pelo. Pero sigue teniendo una expresión triste y cansada que no se suele ver en los niños de su edad. Su estómago, codo y cabeza heridos continúan causándole dolor.

“Emad ha sufrido mucho y su familia también fue capturada”, dice Hadi, cuya esposa e hijos fueron secuestrados por los extremistas hasta que consiguieron escapar de su sufrimiento el año pasado. “No se siente bien aún, pero afortunadamente está bien”.

La comunidad yazidí de Sinjar, en el noreste de Irak, fue atacada por los extremistas en 2014. Los militantes separaron de sus familias a los hombres y niños mayores de 12 años, y asesinaron a aquellos que se negaron a adoptar sus creencias.

Más de 6.000 mujeres y niñas fueron secuestradas y vendidas como esclavas, muchas de las cuales eran familiares de Emad. Miles de yazadíes fueron masacrados o murieron de deshidratación y agotamiento mientras intentaban escapar del ataque.

La ONU ha considerado que esta situación es un genocidio en curso que equivale a crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra.

Desde el ataque, la vida de la familia de Emad, y la de muchas otras familias como la suya, cambió para siempre.

La madre de Emad consiguió escapar de su cautiverio en 2016, y a principios de este año fue trasladada a la ciudad canadiense de Winnipeg con ayuda de ACNUR. Cuando Emad fue rescatado en Julio, ACNUR asoció los nombres de madre e hijo y se dio cuenta de quién era éste, dice la especialista en reasentamiento de ACNUR, Sarah Webster.

El chico llegó a Canadá el 16 de Agosto, junto con un acompañante de la ONU y otra familia yazidí que también estaba siendo trasladada allí. Mientras estaba en Dohuk, la ONU organizó un encuentro entre Emad y la otra familia para que se conocieran antes del vuelo.

“Era de suma importancia para nosotros llevar a Emad junto a su madre y hermanos lo antes posible”.

“La unidad familiar es uno de los principios más importantes para ACNUR. La familia supone un apoyo muy importante para las personas que han pasado por lo que Emad ha pasado”, dice Webster, un par de días antes de la partida de Emad. “Era de suma importancia para nosotros llevar a Emad junto a su madre y hermanos lo antes posible”.

El joven estaba tan entusiasmado ante la perspectiva de reunirse con su madre, que había preparado todo su equipaje con varios días de antelación.

“Está impaciente por ver a su madre otra vez, después de estos tres horribles años”, dice su tío Hadi. “La primera vez que Emad habló con su madre estábamos muy felices. Era como si Emad hubiera resucitado. Estaba casi muerto. Había sido herido en el estómago. Pero su madre estaba muy feliz. Era como si Emad hubiera vuelto a nacer”.

Tras su calvario, Emad apenas podía comunicarse con sus familiares, ya que sus captores le obligaban a hablar árabe en lugar de su lengua materna, el kurdo. “Nos gustaría que fuera a la escuela, para que su mente se despeje y pueda comenzar una nueva vida”, dice Hadi.

Una vez se instale en Canadá, será evaluado y recibirá atención especializada, que es limitada o no está disponible en Irak.

“Los niños que han sido prisioneros durante largos periodos de tiempo han sido sometidos a una serie de cosas, como trabajos forzados, conversión forzada y abuso físico y psicológico, además de a la separación de sus familiares”, dice Webster.

“Nuestra prioridad principal es reunirlos con sus familiares, para que al menos puedan aliviar el estrés por la separación, y después comenzamos a concentrarnos en su recuperación y en el acceso a servicios especializados, como los que Emad recibirá en Canadá”.

 

Por Cathy Otten 

 

Gracias a la Voluntaria en Línea Paula Babot por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.