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30 años de historia
Isabel Herrera Ortiz es una de las funcionarias de ACNUR con mayor tiempo de laborar para la agencia. De sus 52 años de edad, 31 ha trabajado para la operación en Costa Rica, donde se desempeña como Administradora Senior y Asistente de Finanzas. En diciembre 2010, el Alto Comisionado, António Guterres, galardonó a varios funcionarios y funcionarias de larga trayectoria institucional. Esta vez conversamos con Isabel sobre su experiencia de trabajo con ACNUR en el país centroamericano.
¿Cómo llegaste a la agencia y qué motivó una estadía de tanto tiempo?
Desde muy niña conozco las Naciones Unidas, y siempre quise trabajar para la organización. Me he quedado tanto tiempo porque siempre me ha encantado mi trabajo. El homenaje que me hicieron recientemente fue un regalo precioso que me ha hecho recordar mi vida profesional. Todo lo que he visto es a veces muy triste y a veces muy satisfactorio. He quedado llena de mucha emoción y satisfacción.
A pesar de ser Costa Rica el único país de la región que no alojó combate durante la guerra centroamericana, se guarda en la memoria una guerra que como todas causó desolación ¿cómo lo viviste en función de que coincidió con el inicio de tu trabajo para ACNUR?
La guerra me hizo estar muy de cerca y conocer a la gran cantidad de personas refugiadas centroamericanas que se desplazaban entre los países con principal destino hacia Costa Rica. Como casi siempre ocurre, el objetivo era buscar un lugar seguro que les permitiera huir de la muerte. Al inicio de mi carrera trabajé en la recepción y recuerdo también a una ola de chilenos que llegaron a pedir apoyo huyendo de la dictadura pinochetista.
Por tus ojos una historia de tres décadas.
ACNUR empezó ayudando a personas refugiadas en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Luego tuvieron que extender la ayuda y fue cuando se inició el trabajo en el continente americano en respuesta a la terrible situación que atravesó Chile. Precisamente los primeros refugiados que empezamos a apoyar eran chilenos. Acaeció luego la guerra en Centroamérica, tan triste, y que perjudicó a miles personas de tan escasos recursos que, como ellos mismos decían, simplemente salían huyendo de sus casas con sus familiares y una que otra pertenencia. Salvadoreños, nicaragüenses, guatemaltecos y hondureños, llegaron de todos los países.
En Costa Rica se construyeron campamentos para que vivieran de manera temporal. Fue al acabar la guerra que iniciamos con la labor de repatriación voluntaria y luego dimos apoyo para mejorar las condiciones de los que se quedaron. Casi de repente a finales de la década de los ´80 y principios de los ´90 muchos refugiados comenzaron a llegar desde Colombia, huyendo del terrible conflicto, y hasta la actualidad continúa siendo nuestro principal foco de atención, con todo lo que eso significa.