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Refugiados que comparten y apoyan desde su experiencia

En la parroquia hay cuarenta familias colombianas.  La casa más colorida es la de los primeros que se instalaron en esta zona rural de la provincia ecuatoriana de Carchi, al norte de Ecuador. Daira nos espera en la puerta, su hija en brazos y su hermano José Libardo apoyado en el marco. Con la bienvenida a su casa nos esperan galletas y jugo de tomate de árbol de su propia huerta. Los que un día salieron como niños refugiados, hoy nos acogen como líderes en su comunidad.

“En Colombia solíamos ponernos la radio bien cerca, escuchábamos cómo hablaban bien del Ecuador. El día que nos tocó salir de allá, casi todas las familias de la comunidad, ninguno miramos lo que teníamos sino la vida que se perdía. Y decidimos cruzar la frontera”

Una década después, todos los miembros de su familia viven ya en Ecuador. El último llegaba en 2014. En esa época no fue fácil el cambio ni el aterrizaje en el Carchi, la entrada en los colegios o la relación con vecinos.

“No estaban acostumbrados a tener a colombianos de vecinos. Éramos cinco niños colombianos, pero la única que pudo estudiar fui yo”, añade Daria, hoy cursando una Ingeniería Agopecuaria en la misma provincia fronteriza. “En esa época había mucha discriminación. Hoy es diferente.”

Y para que lo sea para todos aquellos que hoy siguen llegando al país, al menos 500 personas cada mes según datos del Gobierno ecuatoriano, Daria y su hermano hoy tratan de apoyar a las familias colombianas que siguen huyendo del conflicto en el vecino país.

“En este país hay por quién trabajar. Queremos apoyar a las familias para que cambien su mentalidad, que ahorren, que salgan adelante. Queremos compartir nuestra experiencia. Que la ayuda que reciben no sea a cambio de nada”.

Para ello, con el apoyo de diversas organizaciones de la sociedad civil, de sus vecinos,  y de la oficina en Ecuador de la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, Daria y Jose Libardo lideran una asociación de producción agropecuaria, enriqueciéndola con grupos de actividades que van desde un equipo de fútbol hasta teatros.

“En las últimas fiestas incluso el propio alcalde nos invitó a compartir con el resto del pueblo con bailes y música”, reconoce José Libardo orgullos.

Al hablar de su tiempo sin documentos las expresiones entre hermanos se comparten. Asienten recordando. Incluso cuando consiguieron tener reconocida su situación de refugio y sus cédulas les fue difícil acceder a los servicios a los que tenían derecho. El desconocimiento de algunas instituciones, el hecho de que a veces su identificación fuera distinta o un simple papel dificultó que se entendiera y colaborara en su situación. Ha llevado tiempo pero a día de hoy están bien asentados, ya tienen hijos ecuatorianos y han conseguido hacerse propietarios de su casa. Dueños de su techo.

Dejamos la casa y nos llevan a las tierras que trabajan las familias. No son las más grandes ni las mejores, pero son la mejor representación del progreso que han conseguido sólo con esfuerzo y algo de ayuda para la comunidad colombiana en la parroquia carchense.

Parte del trabajo más importante de sus días es el apoyo, la recepción, la guía para su comunidad. Su experiencia son aprendizajes a disposición de quién la necesite y se ofrezca a trabajar en comunidad. Ecuador hoy es su hogar.

Por Jon Cerezo en Cristóbal Colón (Carchi)

 

 

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