Luego de presenciar la muerte violenta de uno de sus familiares, Kamila y su familia huyeron de su lugar de origen en Colombia para encontrar seguridad. Ella es una adolescente refugiada en Venezuela con grandes sueños y esperanzas.

A sus 12 años, “fortaleza” es la palabra con la que se define. Su sueño es aprender idiomas y enseñarlo a otros niños para que conozcan diversas lenguas, además, tiene una pasión por la artesanía con materiales de reciclaje. Aprendió gracias a las enseñanzas de su abuela, Cristina, quien a través de varias generaciones ha transmitido sus conocimientos. “Ella me veía hacer las manualidades en la casa, hasta que un día me preguntó qué hacía y quiso aprender”.

Cuando llegaron a Venezuela, Kamila y su familia permanecieron muchos años en la clandestinidad por temor a tener que regresar a su lugar de origen. Hace tres años, con el apoyo de ACNUR solicitaron la condición de refugiados ante la Comisión Nacional para los Refugiados (CNR), y actualmente son reconocidos como refugiados, lo cual les permite tener acceso a sus derechos. Hoy en día se dedican a la confección de artesanías que venden y contribuyen en los ingresos familiares.

Kamila además comparte todo lo que aprendió de su abuela con sus compañeras, con quienes creó una de sus muñecas favoritas. “Ella tiene un poco de lo que nos gusta a cada una, el cabello y los zapatos son del color favorito de mis amigas y los lazos del mío; juntas la hicimos”.

Para Cristina, “Kamila representa en mi vida muchas cosas, fue mi primera nieta y es una niña única”. Juntas, comparten en familia mientras hacen artesanías en casa. “Abuela te doy gracias por haberme enseñado a hacer lo que sé, por quererme mucho, y por criarme”, agrega la adolescente llena de alegría.

Por Zasha Millan