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Proyecto de la UE "Niños de Paz": Una familia huye de la ciudad más violenta de Centro América, para alcanzar una nueva vida y escuela
“Me fui porque quería vivir,” María, una madre de tres hijos refugiada de Honduras, contó a ECHO, el departamento de ayuda humanitaria de la Comisión Europea. Su ciudad natal de San Pedro Sula tiene la tasa de homicidios más alta del mundo – sin contar las de zonas de guerra – con 173 homicidios por 100 000 habitantes en 2013 (el promedio europeo fue por debajo de 4.5 ese mismo año).
María y su familia viven en Ciudad de Guatemala desde hace unos meses. Allá, ACNUR (el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) implementa la iniciativa de la Unión Europea Niños de Paz para apoyar a familias y garantizar protección y educación a niños, niñas y adolescentes que crecen en contextos de violencia.
¿Por qué se fueron de Honduras?
Huimos de Honduras porque estábamos en medio de dos pandillas que peleaban por el control de un territorio, que era la colonia donde yo vivía junto a mi esposo y mis hijos. Mataban a la gente sólo por pelear, no se podía salir porque a cada rato se agarraban a tiros y los niños ya no podían salir a la calle. Los mareros querían controlar nuestro barrio para ganar más dinero producto de las extorsiones que hacían a la población. Mi esposo, que trabajaba como conductor de un transporte público, tuvo que dejar el trabajo porque no podía seguir pagando la extorsión a las dos bandas rivales.
Los mareros se volvieron los dueños del lugar. Ellos decidían quién entraba y quién salía. Por eso la gente tuvo que huir dejándoles sus casas, sus cosas. Nosotros nos fuimos por la misma razón y también lo dejamos todo.
¿Se vinieron directo a Guatemala?
No. Antes de eso estuvimos en otro departamento de Honduras, pero nos fuimos de allí porque no había trabajo y estábamos en una pobreza que me desesperé. Fue cuando mi hermana me dijo que ella y su familia venían para Guatemala a buscar refugio y yo aproveché para venir también. Mi hermana se vino porque era perseguida. Ella puso denuncias por la situación, fue a varias autoridades en Honduras y nadie hizo nada. Al hacer eso se volvió blanco de las maras. Tenía que huir o la mataban.
Yo vine por necesidad, por mis hijos, por el deseo de tener una vida nueva acá en un lugar donde nadie nos conozca, vinimos para estar tranquilos. Eso es lo que yo quiero, estar tranquila con mis hijos sabiendo que cuando salgan no les pasará nada.
¿Cómo está la situación acá en Guatemala?
Estamos bien gracias a Dios. Mi esposo halló trabajo en una terminal de buses y aunque sale a trabajar a las 02:00 am, no le ha pasado nada. Los niños van a la escuela con tranquilidad, no es como en Honduras que a la hora que los niños salían del colegio empezaban las balaceras.
Aquí es tranquilo, nadie se mete con nadie. Pero no me fue fácil acostumbrarme. El año pasado cuando recién venimos estaba un poco traumatizada. Tenía miedo de la gente, tenía miedo que alguien me reconociera. Las maras tienen ojos y oídos por todos lados para vigilarlo a uno. Y yo tenía miedo que me encontraran.
¡Qué feo es eso!
Ahora mi dos hijos mayores van a la escuela. El mayor se benefició de una beca y estudia en la tarde. Con la beca se pagan los gastos de matrícula, el material escolar y el uniforme.Sobre todo, ahora duermen tranquilos en la noche.
Por Hilaire Avril, Oficial de Información Regional para Latinoamérica y el Caribe, ECHO@ECHO_LatAm