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Entre mecatos*, verduras y buñuelos colombianos
En medio de estanterías llenas de fundas, latas y botellas nos encontramos con una vendedora muy simpática, divertida y llena de planes, ilusiones y esperanzas. Fabiola**, madre soltera de tres niños y una niña, muy de madrugada se levanta para preparar su negocio a la vez que pone comida a los animalitos, prepara el desayuno para los niños antes de la escuela y atiende a sus clientes que ya llegan a realizar las primeras compras del día.
"Yo vine de Colombia para que mis hijos pudieran estar seguros. Yo quiero que estudien y que tengan buen futuro", explica esta mujer inagotable que llegó a Ecuador, a la ciudad amazónica de Lago Agrio, en el nororiente del país, hace seis años. Y donde, gracias a las políticas de integración del Ecuador, pudo tramitar su solicitud para el reconocimiento de la condición de refugiada.
Los inicios fueron difíciles, como explica Fabiola. Aunque también reconoce que el hecho de poder trabajar en el país es fundamental para iniciar una nueva vida. Ecuador, donde alrededor de 60.500 personas han sido reconocidas por el Estado como refugiadas, reconoce en su constitución el derecho al asilo, así como el derecho al trabajo y al acceso sin discriminación a servicios básicos, como la educación o la salud.
En este sentido, y como parte de un esfuerzo integral de fomentar soluciones duraderas para refugiados en Ecuador, HIAS, agencia socia de ACNUR, apoyó a Fabiola desde su programa de impulso a la autosuficiencia económica. Apoyo al que Fabiola ha sabido sacar el máximo partido. Con un primer capital donado de ciento cincuenta dólares, Fabiola comenzó a vender verduras recorriendo los barrios de Lago Agrio.
"Al principio no ganaba mucho" ¡pero le puse ganas!", prosigue esta mujer que explica cómo con voluntad y empeño consiguió ganar la confianza de los clientes, que cada vez le permitían tener mayores ventas.
Entonces se propuso ampliar el negocio. Con dedicación, perseverancia y asistencia puntual a una serie de cursos de capacitación, pudo ampliar su negocio gracias a un nuevo capital, esta vez mayor con el que pudo instalar un puesto de verduras y abarrotes en el barrio Patria Unida de Lago Agrio.
Al medio día llegan los niños de la escuela; para esa hora ya tiene preparado el almuerzo. Los alimentos se sirven en el mismo espacio de la tienda para no cerrar el negocio. Después, en la tarde las actividades se duplican porque a la vez que atiende el negocio, acompaña y apoya a sus hijos en las tareas de la escuela.
Otras mujeres como Fabiola, refugiadas de nacionalidad colombiana, con escasos recursos financieros, pero con enorme determinación, creatividad y confianza para acceder a autoempleo y negocio propio, la invitaron a participar en un proceso de formación de una banca comunal. Gracias al marco nacional para el desarrollo de la Economía Popular y Solidaria, siete mujeres, con el acompañamiento de HIAS, se animaron a integrarse, capacitarse y solicitar un crédito de seiscientos dólares cada una a uno de los grandes bancos del país, el Banco Pichincha. Crédito que, después de seis meses, todas han pagado puntualmente, lo que las ha hecho merecedoras de un segundo crédito por el monto de un mil dólares.
"Yo voy a ampliar la tienda" dice Fabiola- la voy a surtir con productos de bazar, papelería y mecatos".
Son mujeres valientes y emprendedoras que aportan todo su esfuerzo y trabajo, quienes orgullosas de su gestión han apostado por la nueva oportunidad que les brinda Ecuador. Los recursos que reciben a través de la banca comunal, los invierten en sus negocios: cría de pollos, fabricación de ropa, venta de cosméticos y otros.
Cuando ya el sol está cayendo y se acerca la noche, trabajadoras y trabajadores que vienen de las empresas e instituciones a sus casas. En las calles se escucha decir: "venga, sírvase, saboree los pinchos, carne asada, picaditas y las ricas arepas colombianas"
Cada tarde Fabiola prepara su viejo fogón y lo ubica en la puerta de su tienda para atender a la decenas de clientes que diariamente van por cancharinas*** y buñuelos.
Al final del día cansada y satisfecha, ve dormir a sus hijos e hija. Todo en orden: mercadería, cuentas y seguridades. Son las 23:00 horas, y se apaga la luz del dormitorio, para dejar descansar el cuerpo y el alma, entregadas a recuperar las energía necesarias para que ese siguiente día la mire radiante, alegre y despachando su arroz, aceite, papas, cebollas, verduras y abarrotes.
Por Nery Valencia en Lago Agrio, Ecuador.
*Mecato: término colombiano para identificar a los caramelos, bombones y dulces en general
**Nombre cambiado por razones de confidencialidad
***Cancharina: especie de tortilla de harina