Tamaño del texto A A A

En Guatemala, una huerta se convierte en símbolo de solidaridad entre refugiados y la comunidad local

La Casa del Migrante Betania provee asistencia y protección a personas en necesidad de protección internacional que transitan por Guatemala huyendo de la violencia y persecución en Honduras, El Salvador y Guatemala.

SANTA ELENA, Guatemala, 12 de mayo de 2017 (ACNUR) - En los 40 grados Celsius de una calurosa tarde en Santa Elena - una comunidad de aproximadamente 30.000 habitantes en el departamento de Petén, al norte de Guatemala - los árboles, los estanques y las plantas de la huerta en la Casa del Migrante Betania son un oasis con otro ritmo de vida.

Con el apoyo de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), la Casa del Migrante Betania fue construida a mediados del 2016 por la Pastoral Social del Vicariato Apostólico de Petén (Iglesia Católica) y gestionada por la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal de Guatemala. La Casa, como parte de una Red de Protección Nacional, provee asistencia y protección, incluyendo acceso a información sobre el asilo, a servicios médicos y psicosociales y a apoyo legal,  a personas en necesidad de protección internacional que transitan por Guatemala huyendo de la violencia y persecución en Honduras, El Salvador y Guatemala.

“Guatemala es un país de origen, tránsito, retorno y asilo”.

“La Casa del Migrante en Petén es una apuesta por fortalecer espacios seguros de protección en el norte de Guatemala y la frontera con México” indicó Enrique Valles-Ramos, Jefe de la Oficina del ACNUR en Guatemala. “Guatemala es un país de origen, tránsito, retorno y asilo. Junto con nuestros socios estamos organizando una Red Nacional de Protección para brindar la asistencia e información que necesitan las personas que huyen de la violencia y persecución”.

Desde su apertura, cientos de personas han encontrado seguridad y dignidad en la Casa del Migrante, posibilidades escasas en un largo y peligrosos viaje en busca de protección.

“La Iglesia donó la tierra para la construcción de la Casa del Migrante y desde un inicio la idea fue tener un espacio para el uso productivo de la tierra en favor de la comunidad y las personas albergadas por la Cas, incluyendo a refugiados y solicitantes de asilo, así como para el funcionamiento de la casa” comentó el Padre Paco Ortega, un sacerdote español que a sus 75 años es el Director de la Casa del Migrante.

Con el apoyo del ACNUR, el sueño de hacer la Casa auto sostenible a través de cultivos y estanques para peces se logró.

Con el discreto orgullo que demuestran aquellas personas que realmente logran las cosas, el Padre Paco Ortega contó que “en febrero 3 de 2017, llenamos las tinas con agua y diez días después 600 pequeñas tilapias (pez lacustre, conocido como “Nile Perch” en Europa y Estados Unidos) fueron introducidas en los estanques”.

Las tilapias fueron donadas por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación de Guatemala. Los peces eran tan pequeños que fueron transportados en bolsas plásticas con agua. Meses después, ya son 10 veces más grandes y pronto estarán listos para la cocina.

El administrador de la Casa, tiene la expectativa que “de los 1.200 metros cuadrados de la huerta, podamos proveer buena comida para nuestros huéspedes. Esto nos permitirá ser menos dependientes de las donaciones de las parroquias locales y nos ayudará a diversificar el menú.”

Como parte de los objetivos del huerto, se busca que la comunidad local apoye el huerto de diferentes formas. “Los peces probablemente excedan nuestras necesidades. Trataremos de comercializarlos en el mercado local, para tener un ingreso para cubrir los gastos de mantenimiento de la casa” comenta de nuevo el administrador.

“La Casa Betania se ha convertido en un lugar seguro para los solicitantes de asilo y personas en tránsito por Guatemala”.

La huerta, además de su finalidad productiva, es un ejemplo de solidaridad, tanto para los huéspedes como para la comunidad. Abrahan Suyen, punto focal de la Red de Protección y Monitoreo en Peten apoyada por el ACNUR, cuenta sobre el valor de este espacio para los huéspedes de la Casa del Migrante: “Cuando las personas llegan, usualmente están cansados, con hambre y llenos de estrés y ansiedad. Entonces, algunos nos comienzan a ayudar con la huerta, a tenerla limpia, a regarla y a cuidar de las plantas. Ellos saben que no van a estar aquí para la cosecha pero es una manera de desestresarse y les permite mirar algo diferente en un tiempo difícil de sus vidas.

“La Casa Betania se ha convertido en un lugar seguro para los solicitantes de asilo y personas en tránsito por Guatemala. No solo les brinda asistencia y alojamiento, sino oportunidades de crecimiento personal, de intercambio con la comunidad y orientación sobre acceso al procedimiento de asilo tanto en Guatemala como en México”, comentó Marco Procaccini, Jefe de la Oficina de Terreno de ACNUR en Santa Elena, Petén.

La comunidad también ha mostrado su solidaridad con los refugiados y solicitantes de asilo a través de la huerta. En una ocasión, más de 30 agricultores de zonas agrícolas cercanas apoyaron en la apertura de los surcos con sus azadones, palas y hachas.

Al final del día, cuando el sol se está poniendo y los nuevos huéspedes están por llegar a la Casa desde la estación de buses, es usual encontrar al Padre Paco, Abrahan y muchos otros pasando su tiempo en la huerta. Este es el momento de los chistes y la camaradería sobre cómo, dónde y cuándo plantar las semillas, pero también de soñar en las plantaciones que un día se cosecharán.

Por ACNUR Santa Elena, Petén, Guatemala.