“Para que me voy a ir de un lugar donde me quieren tanto por mi trabajo”

Artículo y foto: Ana Paola Rodríguez.

Artículo y foto: Ana Paola Rodríguez.

A septiembre del 2013, 610 refugiados reconocidos y 2.059 solicitantes de la condición de refugiado reportaban vivir en la provincia de Manabí, Ecuador, según los registros realizados en la oficina de la Dirección de Refugio del Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana en la ciudad de Guayaquil. La mayoría de estos registros corresponden a la ciudad de Manta, aunque se desconoce el número exacto de personas indocumentadas que puedan vivir en esta ciudad.

En vista de esto, los funcionarios de las agencias socias de ACNUR han puesto atención especial a esta localidad, donde se cree que decenas de refugiados apuestan por su residencia y su integración local.

Juan Pablo nos recibe en su casa. Está entusiasmado de volver a ver a Emilio, el asistente humanitario del Servicio de Orientación Laboral de HIAS, quien lo ayudó gracias al programa de “grants” a comprar sus primeros materiales para trabajar, hace un año aproximadamente.

Nos hace pasar y nos comenta que ha estado trabajando en un proyecto nuevo de artesanías con fibra de vidrio. “Ahora quiero ver si el Municipio me apoya con un stand en la zona turística para vender estos productos”. Observa nuestro rostro de interés por su historia y empieza diciéndonos:

“Cuando llegué a Ecuador, fui a Guayaquil donde recibí varias capacitaciones de metalmecánica y construcción arquitectónica. Y aunque al inicio sólo vendía avena -que no hemos dejado de vender con mi esposa- siempre me ha gustado la elaboración de las artesanías”.

Continuamos conversando y pudimos percibir en su historia la impotencia inicial que sienten los refugiados al no saber “por donde emprender”. Surgen muchas ideas y proyectos, pero muchos se desvanecen, por la falta de dinero, la falta de apoyo y la discriminación por ser colombiano.

“Pero gracias a Dios en esa idas y venidas conocí a mi esposa y recibimos la ayuda para iniciar con el proyecto artesanal. Eso me dio motivos para seguir”, asegura Juan Pablo. “Al tiempo, nos vinimos a vivir a Manta y en los recorridos de la avena conocí a los funcionarios del Municipio, del Departamento de Turismo, a quienes le ofrecí mi trabajo para restaurar el monumento de la Cultura Manteña”, situada en la turística playa del Murciélago.
El Municipio de Manta abrió las puertas de este refugiado emprendedor y le consignó la tarea de restauración de bienes patrimoniales a base de fibra de vidrio y metal.

Como reconoce Juan Pablo, las capacitaciones vocacionales, el apoyo inicial mediante una donación económica (grant) y el acompañamiento en un momento “determinante en su vida” debido a la escasez y la frustración, fueron los motores para salir adelante.

Los refugiados en Manta mencionan vivir en ambientes de paz. Sin embargo, muchos de ellos expresan desconocer las rutas de protección requeridas para su mejor integración local. Y es eso uno de los mayores obstáculos a la hora de la gestión de los ingresos económicos de las familias, especialmente si se trata de conseguir empleo digno.

Al recordar el motivo de su desplazamiento, prefiere solo mencionar que era “la única manera de vivir era saliendo de allá: Fue una de decisiones más acertadas de mi vida”. Y resalta que desde el acompañamiento, es posible alcanzar su propia independencia.

Artículo y fotos por: Ana Paola Rodríguez.
Ana Paola Rodríguez es Oficial de Programas en la oficina de ACNUR en Guayaquil.


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