Khalid, el chef que llegó de Siria
MADRID, España, 30 de septiembre de 2016 (ACNUR).- Este joven refugiado sirio de 24 años empezó a cocinar a la edad de 8 años observando a su madre, una profesora de inglés que guisaba para sus ocho hermanos en la casa familiar en Sheikh Maskin, una pequeña ciudad en la Gobernación siria de Daraa, al sur del país. Pero también tomaba apuntes en una casa de comidas donde trabajaba unas horas a la salida de la escuela para sacar unas libras con las que ayudar a su familia a llegar a fin de mes.
Además de los olores y sabores, los recuerdos de la infancia de Khalid también le transportan a las desapariciones temporales de su padre, un profesor de filosofía al que le gustaba participar en tertulias y que tenía muchos libros. A veces venían unos señores a su casa que se llevaban los libros y su padre se marchaba con ellos. No volvía en meses. Con 12 años, su padre desapareció 6 meses. “Cuando se lo llevaban, mi madre, para no preocuparnos, nos decía que se había ido a trabajar” cuenta Khalid. “Al cumplir 16 años, mi padre me contó la verdad y fue entonces cuando supe que le habían interrogado, encarcelado y torturado. Mi padre tuvo que dejar la enseñanza de la filosofía y trabajar en otras cosas”.
Poco después, apenas alcanzada la mayoría de edad, sería el propio Khalid quien comprobaría de primera mano la dureza del régimen y de la vida en prisión durante 14 meses. Sólo componer poemas, melodías y pensar en su madre, a la que adora, le dio las fuerzas suficientes para sobrevivir a las torturas e insensibilizarse al dolor. “Cuando me sentía peor, cerraba los ojos, escuchaba la música en mi cabeza, en todo mi cuerpo y me abstraía de la situación” cuenta Khalid con entereza.
Sin apenas tiempo para recuperarse tras su salida de prisión, comenzó el conflicto en Siria con especial virulencia en la gobernación de Daraa, donde los jóvenes se echaban a la calle pidiendo libertad. “Cada día morían entre 30 y 50 personas por bombas en las plazas, por helicópteros, francotiradores y mercenarios que jugaban a disparar a los niños” cuenta Khalid. “He visto de todo, hasta he ayudado a dar a luz a una mujer embarazada que no podía llegar a un hospital, con lo poco que yo sabía de ver partos en internet” comenta este joven sirio que recuerda también cómo lloró pensando en la suerte de ese bebé nacido en medio de una guerra.
Herido de metralla en un pie y obligado por su madre que temía por su vida, Khalid salió del país rumbo a Jordania en el octavo día del Ramadán de 2012. Era un día de finales de julio especialmente caluroso, cuando este joven sirio inició a pie un periplo que le llevaría durante dos años por varios países del norte de África antes de llegar a España, desde Egipto hasta Marruecos. En todo ese tiempo, y con un pasaporte caducado por único documento de identidad, Khalid sobreviviría gracias a su determinación, a la ayuda de gente buena que se cruzó en su camino y a su talento para cocinar.
Entrar en España no fue empresa fácil. Él recuerda también con especial angustia sus repetidos intentos fallidos por alcanzar España desde Marruecos, donde permaneció varios meses hasta que un día la suerte le sonrió. El 21 de septiembre de 2014, Khalid no sólo cruzó el puesto fronterizo de Beni Enzar, sino que pasó a la historia por convertirse en la primera persona a quién se le registra una solicitud de asilo en dicha frontera.
“Cuando nos enteramos de que la policía había registrado una solicitud de asilo en Beni Enzar nos alegramos mucho porque se trataba de un paso muy importante para generar confianza en el sistema de asilo español” contaba María Valles, coordinadora del equipo de ACNUR en Melilla. La Agencia de la ONU para los Refugiados reforzó su presencia en Melilla con un equipo permanente en julio de 2014, cuando el número de refugiados que alcanzaban España por la frontera sur comenzaba a incrementarse considerablemente, encabezado por sirios y palestinos procedentes de Siria. En 2015, el puesto fronterizo de Melilla ocupó el primer lugar de todo el territorio nacional en número de solicitudes de asilo, con más de 6.000 peticiones formalizadas en Beni Enzar de un total de 15.000 en toda España. Aunque se han producido avances en Melilla desde esa primera petición de asilo, aún quedan muchos aspectos por reforzar en materia de protección internacional.
Después de pasar varios meses en el Centro de Estancia Temporal de Melilla (CETI), que en aquel momento se encontraba prácticamente al triple de su capacidad, Khalid fue trasladado en ferry a Málaga. Allí comenzó para él otra larga odisea por el territorio español y sus instituciones, que le llevó a permanecer semanas sin asistencia ninguna. En verano de 2015 es alojado finalmente en el Centro de Acogida para Refugiados de Vallecas en Madrid y, por primera vez en mucho tiempo, comenzó para este joven superviviente una etapa de estabilidad: recibió protección internacional, fue documentado por las autoridades españolas y el equipo del CAR le ayudó a encauzar su formación profesional como cocinero. “Tengo ya el curso de manipulador de alimentos, cocinero profesional y sólo me falta completar la formación con alguno de pastelería y panadería y, lo que es más importante para mí, encontrar un trabajo” explica Khalid mostrando orgulloso sus certificados de estudios.
No tira la toalla. Este trabajador incansable sueña con encontrar empleo en un restaurante, pagar sin agobios el alquiler de la habitación y volver a ver a su madre. “No he podido escuchar la voz de mi madre en tres años. Donde mi familia vive apenas hay electricidad por culpa de la guerra y sólo nos podemos enviar mensajes por WhatsApp” explica Khalid con nostalgia.
Con un último chorrito de aceite de oliva y un toque de sumac, el hummus con pollo está ya listo para llevar. Si sus platos tienen éxito, podrá darse a conocer y trabajar con más estabilidad en la profesión que siempre ha sentido como su vocación y su pasión: chef. “La cocina es un lenguaje universal y para mí cocinar es una forma de extender un mensaje de paz al mundo” añade Khalid, que a pesar de todo lo vivido, repite con una sonrisa su lema don’t worry be happy.
¡Suerte Khalid!