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Nacido y criado en el exilio, Francisco no duda un ápice cuando le preguntan si se siente al menos un poco congoleño. “Mi respuesta es clara como el agua. Solo puedo reivindicar una nacionalidad: soy angoleño”. Este zapatero, a quien su tío materno inició en el oficio, regresó a su Angola natal en 1977. Pero cuando la guerra estalló de nuevo en 1992, se vio obligado a huir de nuevo a Zaire, ahora llamado RDC. “Lo perdí todo. Mi tienda, mis certificados de estudios. Todo”. Francisco afirma que las cosas más importantes que se llevó consigo fueron sus pequeños alicates y su martillo de zapatero. “Con ellos, nunca pasaré hambre”, declara.
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