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Estudiante somalí demuestra que nunca es tarde para aprender en Malasia

Nawa entró por primera vez a un aula a los 16 años, pero rápidamente se puso al día. Ahora, a los 20, se está preparando para ir a la universidad y es un ejemplo para los demás refugiados.

KUALA LUMPUR, Malasia, 15 de septiembre de 2016 (ACNUR) - La mayor parte de su vida, Nawa vio como los demás niños iban a la escuela. Por ser refugiada, y mujer, le dijeron que en las aulas no había lugar para ella.

Parecía que eso no iba a cambiar cuando llegó a Malasia, donde los refugiados no tienen acceso a la educación formal en el sistema escolar nacional. Pero gracias a Fugee School, un centro de enseñanza para refugiados ubicado en Kuala Lumpur, la refugiada somalí comenzó a recibir las primeras clases de su vida mientras los chicos de su edad terminaban la escuela secundaria.

“Pasé 16 años sin tener acceso a la educación, con muchísimas ganas de aprender. Cuando recibí la mochila para ir a Fugee School, me la ponía, me miraba en el espejo y me imaginaba que era una estudiante”, dice riendo. “Empecé en quinto grado, con compañeros de clase que tenían 10 años o menos. Se burlaban de mí, pero no les hacía caso”.

Ella solo hablaba somalí y tenía unas nociones mínimas de inglés. El primer mes reprobó todas las materias. Sin embargo, estaba decidida a aprender y rápidamente se puso al día, salteando grados a medida que avanzaba.

“Es increíble cuánto aprendí en cuatro años”, dice Nawa, que ya tiene 20. “Lo que me impulsa es que soy la única persona de mi familia que tuvo acceso a la educación y que llegó tan lejos. Además, quiero ser un ejemplo para otras mujeres que tienen miedo de conseguir lo que quieren”.

Ferviente defensora de los derechos de las mujeres, se alegra de que ahora haya más niñas que niños en Fugee School, un cambio en la tendencia predominante en 2013 cuando ella comenzó a estudiar. Nawa ha notado que a las niñas les va mejor en las clases que a los niños porque ellas eligen estudiar, a diferencia de los varones, que en algunas culturas tienen prioridad para ir a la escuela y suelen no darle valor.

“Soy la única persona de mi familia que tuvo acceso a la educación y que llegó tan lejos. Además, quiero ser un ejemplo para otras mujeres que tienen miedo de conseguir lo que quieren”.

Si bien algunas chicas aun abandonan sus estudios debido a matrimonios precoces, la situación pareciera estar cambiando. “Antes, en Somalia, las niñas se casaban a los 12, 14 años. Ahora hay muchas chicas solteras de 20 años o más. ¡Eso me pone muy contenta!”.

El año pasado, Nawa recibió el Certificado General Internacional de Educación Secundaria (IGCSE, por sus siglas en inglés) e ingresó al campus de Malasia de la Universidad de Nottingham, donde se encuentra haciendo el curso preparatorio. Es una de los 42 estudiantes refugiados matriculados en tres universidades de Malasia gracias al trabajo de promoción desarrollado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, con instituciones universitarias.

Nawa está agradecida por la oportunidad, aunque siente que existe una brecha entre ella y sus nuevos compañeros de clase malasios. “Como los refugiados sufrimos guerras y tuvimos que mudarnos muchas veces, nuestra educación no ha sido constante. Por eso, tenemos que trabajar y esforzarnos más que los demás”.

Nawa continúa con su voluntariado en Fugee School. Tres veces por semana da clases a niños preescolares refugiados para ayudarles a integrarse. “Mis alumnos no hablaban inglés, pero aprendieron tan rápido que ahora lo hablan mejor que yo”, sonríe orgullosa. “Aquí tienen las herramientas para aprender: teléfonos, computadoras, videos, internet”.

Sin embargo, Nawa conoce perfectamente los desafíos que enfrentan Fugee School y otros 120 centros de enseñanza en Malasia que, en gran medida, son dirigidos por los propios refugiados con el apoyo de voluntarios.

“El único acceso a la educación que tenemos los refugiados es a través de los centros de enseñanza, que realizan un trabajo enorme para conseguir donaciones, libros y maestros calificados. Pero tal vez no sea suficiente para que los alumnos logren lo que desean?

“Todos los seres humanos tienen derecho a la educación. La educación es la llave que abre todas las puertas”.

Dejando de lado los obstáculos estructurales, también hay que superar los prejuicios sociales. Para conseguir el apoyo de su madre tradicionalista, Nawa tuvo que recorrer un largo camino. “Cuando me aceptaron en Nottingham, dijo: ‘No puede ser, no lo puedo creer. Necesito alguna prueba’. Estuvimos un mes discutiendo si me iba a quedar en el campus, pero finalmente está cambiando de parecer. Ve cómo los otros alumnos y los padres en la comunidad me toman como ejemplo de que los refugiados sí pueden ir a la universidad. Ahora me apoya más”.

Nawa piensa estudiar relaciones internacionales y trabajar en alguna organización de defensa de los derechos humanos o crear una ella misma. Cree que la educación, aunque le haya llegado tarde, es la responsable de la persona que es hoy. “Todos los seres humanos tienen derecho a la educación. La educación es la llave que abre todas las puertas. Antes de llegar a Malasia y de estudiar en Fugee School, no sabía qué quería para mi futuro. Ahora sé cómo es la vida, qué oportunidades me esperan y tengo más conocimientos para ofrecerle al mundo”.

Por: Vivian Tan, en Kuala Lumpur, Malasia.

Gracias al Voluntario en Línea Javier Fernández Auger por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.