Estudiante de inglés. Hermano. Jugador de fútbol.

“Estoy vivo gracias a mi hermana”.

Ibrahim, 10 años: “Mi madre está muy orgullosa de mí. Dice que he vuelto a sonreír, estoy jugando fútbol y asistiendo a la escuela. También tengo un mejor amigo. Voy todos los días a la escuela en el campamento. Me gusta aprender inglés y amo a mi profesora de inglés.  Su nombre es Sheila.  En clases cantamos y bailamos con nuestra profesora.  Repetimos las palabras en inglés después de que ella las dice y contamos de cero a cien.  A veces, hay muchos niños, más de 100 en una sola clase y es difícil concentrarse.

Al terminar las clases juego fútbol con Larama, mi hermana mayor, y con Lucas, mi hermanito. Jugamos frente a nuestra tienda de campaña en el campamento y otros niños se nos unen para jugar”.

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A Ibrahim le encanta jugar fútbol con su hermana mayor y su hermanito en el campamento de refugiados de Minawao, Camerún. (c) ACNUR/ H. Caux/ 2015

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Ibrahim (derecha) con su madre, Sarratou, de 33 años, y sus tres hermanos en el campamento de refugiados de Minawao, Cameroon. “No es fácil”, dice su madre. “Niños sin un padre, que se encargan de ira a buscar agua y preparar la comida”. (c) ACNUR/ H.CAUX/ 2015

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Ibrahim y su hermana Larama frente a su refugio en el campamento de refugiados de Minawao, Camerún. (c) ACNUR/ H.CAUX/ 2015

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Los hermanos Larama e Ibrahim comparten un vínculo que va más allá de la relación familiar. Ella le salvó la vida después de un brutal ataque en el noreste de Nigeria. (c) ACNUR/ H.CAUX/ 2015

Poco a poco, Ibrahim, de 10 años, está recuperándose de su calvario.  Cuando su aldea en Nigeria fue atacada, los insurgentes asesinaron a su padre y golpearon a Ibrahim con un machete en la cabeza. Luego lo arrojaron en una fosa, dándolo por muerto.

“Larama me salvó”, dice Ibrahim. “Ella descubrió dónde me habían enterrado los insurgentes”. Pasó cuatro meses y medio en el hospital.  La familia vive ahora en el campamento de refugiados de Minawao, en Camerún. Abierto en julio de 2013, el campamento alberga a cerca de 33.000 refugiados nigerianos.

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Al menos 1,2 millones de personas han sido desplazadas en el noreste de Nigeria desde mayo de 2013. La violencia perpetrada por grupos insurgentes ha obligado a otras 192.000 personas a huir de sus hogares en busca de seguridad en los Estados vecinos. El ACNUR está identificando y registrando a los niños en edad escolar para ayudar a garantizar que las necesidades educativas sean satisfechas. Aunque la clase de Ibrahim está abarrotada, él es uno de los niños refugiados afortunados que tienen la oportunidad de asistir a clases. El panorama general de financiamiento para la operación en Nigeria es desalentador; actualmente se ha recibido menos del diez por ciento de los recursos necesarios.