El testimonio de Isabel Coello

“Estar dormido con su familia y de pronto a medianoche oír los perros ladrando…”,

¿Cómo se vive con miedo? ¿Cómo se duerme con miedo? Es difícil imaginarlo para quienes no hacemos frente día a día al terror de pensar que una amenaza se cierne sobre nuestra vida o la de nuestra familia. Leemos sobre ello, pero no sabemos lo que es. Nos lo cuentan, pero no sentimos ese dolor en el estómago, esa opresión en el pecho, la falta de aire que produce la angustia de saberse en grave peligro.

Así lo contaba en una entrevista hace dos años un padre de familia colombiano. “Estar dormido con su familia y de pronto a medianoche oír los perros ladrando, con ganas de morder a alguien que se presentía que estaba entrando en la casa”, contaba, antes de venirse abajo. “Cuán angustiosa es esa situación -decía entre lágrimas- donde piensas: ya, ya vienen por mí, de pronto me van a hacer algo delante de mis hijos”.

Los refugiados y los desplazados internos saben lo que es el miedo. Vivir con él cada día, durante meses, o años. Sentirse observados, seguidos, acorralados, amenazados. Agonizar pensando en lo que pueden padecer sus hijos si son agredidos, violentados, reclutados o muertos en el marco de un conflicto o de otras situaciones de violencia con consecuencias humanitarias similares a las de cualquier guerra.

Uno de los testimonios que más me impactó fue el de una mujer colombiana con la que hablé en 2011. Primero sufrió desplazamiento, para acabar buscando refugio. Acababa de cruzar a Ecuador y estaba en un albergue temporal. Su voz herida relataba con gran sencillez la situación en la que se ven miles de personas en Colombia.

“A la finca de mi familia llegó un grupo armado; primero llegó la guerrilla, luego se formó un grupo de paramilitares y ahí se formó una guerra”. Los civiles, en medio. Amenazados de muerte si no colaboran con un bando y asesinados por el bando rival por hacerlo. Sin escapatoria.

Esta mujer acabó desplazándose dentro de Colombia, para volver a encontrar el terror ejercido por los grupos armados. Su hijo fue testigo de un asesinato y, cuando lo denunció, la familia fue incluida en un programa de protección y trasladada. Pero los tentáculos de muchos de estos grupos son largos. “Estando en protección me lo mataron”, sollozaba ella. “Si hubiera sabido… me lo dejaron matar”. De nuevo amenazada, ella no vio otra opción que huir al país vecino.

Partir sin nada, empezar de cero, dejar tanto atrás… refugiados y desplazados son un ejemplo de valentía y resiliencia. Pongámonos en su lugar. ¿Cómo se vive con miedo? ¿Cómo se duerme con miedo?

Isabel Coello

Ex corresponsal de la Agencia Efe para el este de África y Grandes Lagos, actual responsable de comunicación para América Latina y el Caribe en el Departamento de Ayuda Humanitaria y Protección Civil de la Unión Europea (ECHO).


1 familia separada por la guerra es demasiado

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